sábado, 28 de mayo de 2011

La vida patas arriba

Queridos lectores (si, vosotros, los millones de personas que leéis este blog a diario, vamos) he decidido que hoy voy a dar un par de consejos para darle emoción a la vida.

De momento, y como sé que estaréis preocupados por esa lucha entre la razón y cursilandia, he de deciros que cursilandia sigue siendo un peso muy pesado. Tan pesado que voy ciega por la vida y no precisamente de alcohol (aunque una o dos veces a la semana también se da esa variable). Este es el primer paso, para poner tu mundo patas arriba.

Sal a la calle. O no salgas, quédate en tu puta casa y métete en internet, donde haya gente. El caso es que lo importante es que conozcas a alguien. ¿Lo has hecho? Bien, se ve que no eres vasco/a y sabes ligar fácilmente.

Si esa persona te gusta y debería gustarte para poder completar el proceso, a medida que vayas conociéndola, las cosas se te empezarán a nublar. Empezarás a hacer cosas que antes no hacías, como sonreír de vez en cuando y sin razón aparente porque recuerdas ese día, a esa hora concreta en la que esa persona hizo una soberana estupidez o arriesgar tu fabulosa vida académica para poder pasar algo de tiempo junto a ella. No te creas que todo va a ser maravillas, también llorarás o descargarás tu ira sobre objetos tales como el móvil cuando crees que esa persona no responde tal y como te gustaría. El mayor síntoma de que todo este proceso progresa adecuadamente, se da cuando, en un día de aburrimiento total y absoluto, lees frases de películas (a poder ser románticas) y te sientes asquerosamente identificado. La mejor frase, es aquella que dice “Dicen que en el amor siempre hay uno que quiere más al otro. Dios mio, como desearía no ser yo.” En el momento en el que leas esto y pienses: joder, soy yo... Estás jodidete.

La gente como yo, que queremos vivir por y para el cine, muchas veces sentimos irremediablemente que hay alguien, una figurita que está dirigiendo nuestra propia película. Igual me pasa solo a mi y decidís empezar con los papeles para el centro psiquiátrico, no pasa nada. Si me internáis, que tenga internet, por favor. Que me aburro mucho con las series que dan por la tele.

Total, que la gente loca como yo, va por la calle melancólica y siente: eh, ahora tengo la banda sonora acompañándome (porque yo hablo de la gente que va escuchando música a todos lados. Los otros: BUUU, malos). Y todo tiene sentido, porque todo es como una película. La chica lucha por el amor del chico y aunque el chico se resiste, no puede evitar caer en la magia del amor y entra en razón, se juega por ella. Y después de que hayamos terminado de vomitar todos, os diré que no, no vivimos en una película. Y me diréis ¡oh joder Ane, ya lo sabíamos! Ya, pero yo no termino de tenerlo claro. Y aquí escribo lo que me da la gana.

El caso es que cuando escribo historias, les doy el final que me gustaría que tuvieran. Y quiero pensar y seguir pensando, que si esos guionistas descerebrados que han hecho que vea películas llenas de hombres arrogantes y fríos que sólo se quieren a si mismos pero que al final, en el puto minuto 88 descubren que pueden querer a alguien más que entre en la ecuación; si esos miserables han escrito y descrito a esos hombres, es porque no todo está perdido. Porque por desgracia, sigo creyendo en la aparición sorpresa en el último minuto, en la llamada que no te esperas, en el grito para pararte cuando te alejas y todo parece perdido. Y ese es el problema, que lo esperas, lo sueñas y no suele ocurrir. Y a lo mejor esa otra persona se está jodiendo por dentro por no ser capaz de detenerte, pero nunca lo sabrás. Entonces te planteas el asunto. ¿Qué haces? Porque tu película tiene que acabar bien. No estás poniendo patas arriba tu vida para acabar en un drama de antena 3. Así que tomas la iniciativa y decides que si juegas, juegas con todas las consecuencias.

Lo veis, ¿no? Poner tu vida patas arriba es sencillo. El día menos pensado, y nunca mejor dicho, os ha ocurrido. Porque este sencillo proceso, consiste precisamente en eso, en dejar de pensar. Para bien o para mal, pensar es algo que finalmente resulta inútil. Una vez que has dejado de pensar en la fiesta del fin de semana y has pasado a pensar en esa persona, ya no tienes escapatoria. Vas a sufrir, vas a sufrir y lo sabes. Así que ¿para qué andarte con listas de pros y contras? ¿Para qué huir? ¿Para qué esconderte en un armario con Justin Bieber si ya no hay espacio? Amigos, gente escéptica del mundo, enemigos, mujeres soñadoras y hombres cabrones: arriesgaos. Y con eso, lo tenéis todo hecho.

Que si, que vais a joderos vivos, eso os lo aseguro. Pero también os aseguro que por primera vez, vais a pensar que vivís. Y las cosas se ven más intensas desde esta parte del mundo, la parte del mundo de la gente loca, como yo. Hasta una canción puede hacerte llorar durante horas. Pero qué queréis que os diga, llorar purifica, ya me lo he autoenseñado yo.

El caso es, que la gente tiene miedo a arriesgar en la vida, porque nos han enseñado desde bien pequeños, que cuando juegas, puedes perder. Que cuando era pequeña y jugaba a polis y cacos, prefería esconderme durante toda la tarde por miedo a dar un paso y que uno de mis amigos se lanzara sobre mi como un oso sobre un salmón. Porque perdía. Y joder, perder es una mierda.

¿Pero sabéis qué os digo? Que perder no es jugar y no ganar. Perder, es perder el tiempo escondida en esa esquina para no dar el paso. Perder es no jugar.

Os he asegurado que os joderéis vivos arriesgando y puedo poner la mano en el fuego afirmando esto. Pero ¿qué pasa si al final no perdéis? ¿Qué pasa si al final merece la pena haber jugado? Y para los acojonados ¿si pierdes? Pues si pierdes, has vivido la experiencia. Has aprendido, eso seguro. Y al menos, no te quedarás con el mal sabor de boca de no haberlo hecho.

Mi madre siempre me ha dicho que debo arrepentirme de lo que hago, pero no de lo que dejo de hacer. No dejéis pasar el juego, no os quedéis mirando desde las gradas. Moved el culo y actuar, porque entonces es cuando tenéis posibilidades de ganar. Porque un buen día os despertaréis con ganas de intentarlo y el juego se habrá acabado. Y entonces, en ese instante, os daréis cuenta de lo que es perder de verdad.

En resumen, mi briconsejo: todos a engañarnos, enseñarnos, querernos y odiarnos a nosotros mismos. Vivir en esta parte del mundo, por mentira mayor que pueda ser, a veces es incluso bonito. Y pase lo que pase, ganéis o no ganéis del todo, algún día podréis contarles a vuestros nietos la fabulosa historia de aquella época en la que pudo ser y no fue, pero que aprendiste una valiosa lección. Os diría cual, pero aún no la he aprendido. Aún me queda el ultimo paso.

Y sinceramente, cada vez me cargo más las pilas para darle un buen mordisco a quien quiera que esté dirigiendo mi película. Cualquier día, cuando menos os lo esperéis, me pondré a dirigir yo. Y... qué queréis que os diga. No va a ser digna de oscar, pero os aseguro que el final va a ser alucinante.

2 comentarios:

Amanda dijo...

Wow me ha encantado la entrada ^^ De verdad, es preciosa *o* Y lo mejor de todo es que cualquiera se puede sentir identificado con lo que has escrito, yo me incluyo, por supuesto :)
Sinceramente, creo que el mundo sería un lugar mejor si la gente se arriesgase más...
Tienes toda la razón del mundo, y estoy casi prácticamente convencida de que esa es la mejor forma de vivir, arriesgándote... pero (siempre hay un pero, por desgracia) y ¿qué pasa si, te da demasiado miedo a arriesgar porque las consecuencias pueden ser terribles? Si tienes miedo o vergüenza al rechazo, o si sabes que las consecuencias de perder sería perder una amistad muy buena. Tu ya me entiendes. Supongo que hay que ser muy valiente. (Y yo soy bastante cobarde xD)
Sin embargo...ya estoy bastante harta de pensar "...¿Y qué habría pasado si...?". Puede que sea hora de actuar.
Un saludo! Nos leemos :)

Leire Olivares dijo...

Oooooooh Ane, qué bonito. Muy chachi... "ejtamoh trabajando en elloh" :)

PD.: Me ha gustado el final, ¡dirige ya, coño!

Publicar un comentario