lunes, 18 de enero de 2016

Declaración de intenciones

¿Sabes? Lo has hecho mal desde el principio. No eres suficientemente buena. ¿Estás segura de que quieres ese futuro? Probablemente no lo consigas. Tu familia está preocupada. No has elegido bien. ¿Eres consciente de que no vas a salir? No puedes conseguir lo que te propones porque eres demasiado débil, siempre lo has sido. Y por eso has perdido todo.

Esta soy yo. Mi mayor enemiga. Siempre.

La que cuando caigo, me recita ese sermón. La que cuando intento levantarme, me pone impedimentos. Y este sermón es común en todos. Todos lo hemos escuchado. Algunos han conseguido levantarse, otros viven arrastrándose.

Un día encuentras a alguien. Y este discurso se acaba, pero no porque te sientas mejor contigo mismo. Sino porque proyectas el amor que esa persona te tiene en ti. Y esa confianza que tiene, es la misma que tienes por ti. Pero ¿qué pasa si esa persona se va? Es fácil decidir que tu felicidad dependa de otra persona. Al final del día, no tienes que levantarte, porque esa persona ya te lleva en brazos. No tienes que esforzarte por mejorar, porque esa persona ya cree que eres la mejor.

Pero no es así. Y mi mayor enemiga es al mismo tiempo mi mejor amiga. Mi mejor opción.

Porque no puedo vivir con miedo de cada decisión. Ni puedo vivir pensando que nunca llegaré a lo que quiero. No puedo vivir sin hacer nada esperando que todo llegue. Nada llega si uno no lo busca.

No quería hacer una declaración de intenciones para el 2016 porque esos propósitos nadie los cumple. Quiero hacer una declaración de intenciones para mi vida. Porque sé que seguiré cayendo y tropezando. Pero no voy a quedarme quieta mientras todo lo bueno se me escapa de las manos.

Porque, y me lo digo a mi misma, no he hecho nada mal. He hecho lo que he sentido siempre. Porque seré lo buena que quiera ser en todo lo que me proponga siempre que me lo proponga. Porque nunca podré estar segura de mi futuro y no necesito estarlo. Tengo que vivir el presente. Porque no es mi familia quien está preocupada, soy yo. Y es mi inseguridad lo que ven. Y es lo que tienen que dejar de ver. He elegido y voy elegir en mi vida todo lo que vaya a sumar para mi. Voy a salir de todo lo que me ocurra. Tarde más o menos, voy a salir. ¿Y por qué? Porque no soy débil. Nadie es débil.


Y habré perdido cosas en la vida, pero no voy a perderme a mi misma. Ahora, voy a encontrarme.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Chin chin por la incomodidad.

Dado que últimamente he tenido la desgracia de vivir unos cuantos momentos incómodos y que mi capacidad para pensar un tema sobre el cual escribir (llevo 3 borradores en este blog sin publicar desde la semana pasada y este puede pasar a ser el cuarto, lets see what happens) he decido que por qué no, ¡qué demonios! Voy a escribir sobre unos cuantos momentos que a mi modo de ver, resultan incómodos. 

No soy una persona que aguante fácilmente estas situaciones de incomodidad. Mi cara suele reflejar por lo general lo que me pasa, para bien o para mal y si tengo que vivir una situación complicada me convierto en un neón pidiendo auxilio.

El saludo frustrado: a todos os ha tenido que pasar. Cuando vas por la calle tan feliz y ves en la distancia a ese/a compañero/a de clase/trabajo/veteasaberdequéleconoces y decides saludar. No me refiero a plantarte delante de la persona en cuestión e iniciar una conversación. Simplemente un "hey" o "aupa" más concretamente en mi caso. Un saludito en la distancia, una forma así como amable de ser persona. Personalmente se convierte en un momento incómodo cuando te quedas con la mano colgando cual maniquí de los chinos, mientras la otra persona que TE HA VISTO ha decidido que levantar la mano o intentar verbalizar un saludo en respuesta era demasiado esfuerzo. Y ahí te quedas. 
#Pues ok
El fallo de coordinación: para este caso necesitamos dos factores: una historia en común y tiempo de por medio. Podemos poner de ejemplo a exes. Persona A se encuentra con persona B después de mucho tiempo. Ambas retroceden a la época del pavo en la cual te preguntabas si era necesario dar dos besos o simplemente sonreír o QUÉ COJONES HACER. Una decide que dar dos besos es lo mejor. La otra decide que lo más natural es un abrazo. Se masca la tragedia. Si no han estado a punto de darse un pico extraño, es lo mejor que puede pasar. Probablemente ambas se miren y sonrían como espero que me atropelle un camión ahora mismo y santas pascuas. Pero escuece.

Que la muerte sea rápida.
El moco: por favor, que levante la mano quien sabe decirle a alguien que tiene un moco sin destrozar una vida. Porque necesito clases. 
Llevo un par de días viendo como una persona tiene de pronto un moco del tamaño de un iceberg en su nariz. Uno de esos mocos que cuelgan, que prácticamente llegan a rozar el labio, que tienen vida propia, que pesan más que una patata frita, que TE ESTÁN HABLANDO. Uno de esos mocos con los que te preguntas si dicha persona tiene algún tipo de parálisis facial de la cual tú no tenías ni idea. E intentas no mirarle a la cara, no mirar sobretodo a ese descomunal artefacto del mal. Pero cuando sorberte la nariz cual cocainómano un martes cualquiera, pasar la mano bajo la nariz en repetidas ocasiones o bizquear sin control cuando esa persona te mira a los ojos no es señal suficiente, ya sólo deseas que esa persona desaparezca. Porque a veces los momentos incómodos lo son lo suficiente como para que quien tenga que desaparecer sea el otro. 

HELP.

Gases involuntarios: ya sea en forma de eructo como por otro orificio, lo primero es importante aclarar que las mujeres no sufrimos de este tipo de incomodidades porque nosotras jamás hacemos tal cosa. Y quien diga lo contrario está mintiendo como un bellaco y se merece el peor de los infiernos.

Pero a veces, pasa, que hay una bonita pareja afianzándose durante una cena romántica o un paseo por el parque y en un momento en el que la risa aprieta, aprieta tanto que la carcajada va con sorpresa. Todos los científicos del amor están de acuerdo en que un gas en el momento adecuado es símbolo de amor eterno y confianza en la pareja. En otras ocasiones, y sobretodo si es al inicio de la relación sólo significa que tendrás que entrar al tinder de nuevo. En cualquier caso siempre puedes salir con la frase mejor fuera que dentro o el maravilloso (y en honor a una gran amiga) disculpa, qué tos.

Surprise motherfucker!
"Dientes, dientes, que es lo que les jode": te vas a cenar por ahí con amigos. Y quién sabe, quizás también entre ellos se encuentre esa personita especial con la cual querrías tener algo más que abrazos incómodos. El caso es que salís de fiesta, todo parece estar bien, charlas animadamente con todo el mundo porque quieres demostrar que eres una persona extrovertida  y segura de si misma y de eso no les cabe duda. Porque al volver a casa y sonreír satisfecho/a ante el espejo, descubres que has estado toda la noche con un cacho de ALGO entre las paletas. ¿Por qué señor? ¿Por qué? *Añado un asterisco por todas aquellas personas que hemos sufrido también la versión contraria y no hemos sabido advertir a ese alguien que un cacho de espinaca había decidido acampar en su paleta.

Las mujeres (y los hombres coquetos) también tenemos la versión de la sonrisa del joker con nuestros pintalabios rojo putón que deciden hacer vida en nuestros dientes. Lo mismo da que da lo mismo.

Soy divina porque el mundo me ha hecho así.

Sinceridad traicionera: pues eso. Un día alguien hace una de esas cosas que siempre que hace te sacan de quicio, como puede ser respirar y la ira que sientes es tal que necesitas desesperadamente desahogarte con tu confidente del alma. Pero no calculas bien ni el escondite apartado ni el volumen de tu voz (si llevas unas copas de más, a veces no puedes ni calcular a quién se lo estás diciendo) y en medio de tu speech sobre qué es lo que odias más de esa persona, si es su nariz o la forma en la que parpadea, tu confidente pone una cara de horror digna de la saga de Scream y tú sabes que elquenodebesernombrado se encuentra ahi, poniendo antena en tu nuca. Y no. En este caso no tienes muchas más opciones que huir y jamás mirar atrás. 

Corre como el viento, perdigón.
"Public transport: the final fight": si alguien se pregunta por qué he puesto este título como si se tratara de una película es porque aún no sabe que soy imbécil. Si alguien se pregunta por qué en inglés... Fuck off man, I'm in England! No, ahora en serio. Los títulos de películas suenan mejor en inglés siempre. Sino que se lo digan a Spielberg con Jaws que en España destripamos todo el pastel. (Como si hubiera dudas sobre el argumento antes de nada).

En fin, el caso es que vas tú en tu transporte público favorito y de repente (y por lo general se da así) una mujer que obviamente es más mayor que tú pero desconoces hasta qué punto sería necesaria la prueba del carbono 14, te clava su mirada. Porque tú eres joven y estás sentado/a y eso en Francia era guillotina cuando los tiempos iban mejor. Entonces comienza ese juego de miradas que ni de lejos podría estar en la saga de 50 Sombras de Grey; porque tú no crees que sea ni tan mayor ni tan discapacitada y ella no deja de sentir que tú eres un ser del mal que debería dejarle el sitio. Ese día probablemente se puso unos zapatos nuevos de 15 cm que si puede llevar a su edad pero que por desgracia le están rozando el juanete. Así que tú deberías haber desaparecido en el mismo instante en el que ella apareció. Y sólo tú, Burgo de Arias.

Morirás entre terribles sufrimientos.

Y... Hasta aquí el blog de hoy. Aún no me creo que haya conseguido terminar un blog sin querer arrancarme los ojos y lanzarlos a una hoguera para no querer seguir leyendo más. Quizás mañana lo relea y me arrepienta pero entonces, será demasiado tarde.

Hasta la próxima entrada. Tenéis que admitir quienes me habéis leído desde siempre (hola, ama) que he publicado INCREÍBLEMENTE pronto. Así que esto sólo puede significar una cosa: hasta el año que viene no vuelvo.

Que no, amiguitos. Volveré pronto. Si mi cabeza me lo permite. 









jueves, 29 de enero de 2015

He vuelto. Culpad a la fiebre.

Si, no recordaba que tenía un blog. Sinceramente, después de contraer asma 17 veces del polvo que tenía este cacharro y ya de paso, una jodida amigdalitis de caballo, pues he pensado que igual era hora. Hola fan número uno que siempre ha estado ahí (nótese la ironía).

No nos vamos a engañar. Llevo dos días en esta cama para liliputienses, en la fría y lluviosa Inglaterra (habló la que viene de Benidorm, sabes), con la garganta llena de pus y deseando que alguien me arranque estas glándulas que no sé para qué sirven. Y después de sentirme como Javier Bardem en Mar a dentro mil quinientas veces, se me ha ocurrido que debería bloggear. Si me pongo a ser sincera del todo, estaba pensando en los futuros y nuevos vídeos que haré algún día cuando tenga una cámara decente. Pero como tengo una memoria de mierda, he pensado que primero lo escribo en mi plataforma inexistente y ya después si acaso… Me grabo contándoos la basura.


A ver, para empezar siendo claros. Basura no puede ser porque soy mujer. Y todos sabemos que las mujeres somos la hostia. Todo feto antes de ser nada es mujer y después pasan cosas terribles con los cromosomas y se les deforma la entrepierna y el cerebro. Desgracias de la vida.

No voy a ser tan dura porque por suerte o porque tengo un profundo problema mental (nunca lo sabremos) he tenido muchos amigos durante toda mi vida que han decidido contarme a mi sus problemas con las mujeres. Que no son problemas, porque resumiendo aquí: SIEMPRE TENÉIS LA CULPA. PUNTO.

Se acabó el blog.

No, ahora en serio. Hombres del mundo, aquí os traigo algunas respuestas que siempre habéis querido saber.


  • 1. En una discusión, siempre, SIEMPRE, tendréis la culpa. Es posible que se de el hipotético y peculiar caso (que sólo ocurre un 1% de las veces) en el que al final de la discusión consigáis demostrar que teníais razón respecto a la pelea. Pero ni con esas os libráis. Porque nuestro cabreo viene de antes y puede ser por vuestro tono de voz en la pelea, puede ser que nos hayáis mirado mal durante la discusión o esos pantalones vaqueros que ya no cierran bien porque nos invitáis a tantos jodidos batidos (QUE QUEREMOS Y NO DEBEMOS) que cualquier día nos van a llamar para anunciar corporación dermoestética. Y PARA SER EL ANTES.





  • 2. Vale, os habéis enfadado con vuestra novia, mujer, madre, hermana, amiga, tía abuela. Ahora qué hacemos. Lo más importante que tenéis que recordar es que una mujer JAMÁS EXAGERA, aunque esté llorando en una esquina con profundo dolor porque el Duque ha muerto y jamás podrá estar junto a Catalina. Ni con ella, que eso es lo que jode a la población femenina mundial.
Por tanto, hay una serie de frases que jamás podéis usar.

Respira y relájate: ¿Qué haces? ¿Has evolucionado a matrona experta en partos? No estamos dando a luz así que el que se tiene que relajar eres tú, maldito inútil.

Bueno, cuando se te pase me avisas: Cuando se nos pase estaremos en Cuenca y tú olvidado en el profundo cajón de los asquerosos. ¿A las mujeres nos gusta enfadarnos? Puede ser. Pero lo que más nos gusta es que os arrastréis rogando perdón. Jamás dejes a una mujer enfadada, desenfadarse sola. Es tan malo como darle de comer a un Gremlin a partir de las 12.

¿Tienes la regla?: Estás muerto. No tengo mucho más que decir. Sólo añadir que los estudios han demostrado que a) vosotros queridos amigos con pene, también sufrís desequilibrios hormonales a lo largo del mes y b) si tuvierais el mínimo dolor que sentimos las mujeres con nuestra fantástica condición  moriríais llorando en posición fetal. Así que #Respect.

Igual estás exagerando un poco: Vuelve a leer. Las mujeres no exageramos. Sobresentimos quizá, ¿pero exagerar? Que te den.





  • 3. Qué hacer ante la pregunta “estos pantalones (introduce aquí la prenda de ropa que te de la gana) me hacen gorda”. Lo primero que tienes que saber es que nosotras como ser superior, sabemos ya de antemano que estamos metiéndoos en un callejón sin salida. Si nos halagáis mentís y si sois sinceros, morís. Es más, es posible que  lo que llevemos puesto sea algo que ni siquiera nos gusta a nosotras y sea una talla de cuando teníamos 14 años pero ese día nos sintamos un poco más graciosas de la cuenta. Ante esto, ¿qué hacer? Si es vuestra novia o mujer, actuad. No podemos hacer nada si no podemos hablar. Ya me entendéis.







  • 4. A las tías siempre os gustan los cabrones, los que somos buenos nos comemos los mocos. Vamos a hacer un pequeño apunte en esta afirmación. A las tías nos gustan los “cabrones” igual que a vosotros os gustan las “cabronas”. La razón es sencilla: ellos/as saben lo que quieren y lo que tienen que hacer para conseguirlo. Y aunque las mujeres sabemos SIEMPRE cuándo nos estáis dorando la píldora, muchas veces es agradable. Eso no significa que tengáis que usar la frase “eres la más guapa de toda la discoteca/biblioteca/panadería” cada vez que salgáis, y menos si os habéis bebido todo el Jack Daniels de la ciudad.



  • 5. Las tías sois complicadas y nunca sabéis lo que queréis. Claro que lo sabemos. Queremos que seáis unos cabrones pero que os muráis literalmente por nosotras (exclusivamente). Queremos que seáis divertidos pero lo justo para no pensar que estamos con Miliki. Queremos que seáis caballerosos sin tener la sensación de que pensáis que somos imbéciles. Queremos romanticismo sin vomitar arcoíris. ¿Es tan difícil?




En fin, estos cinco puntos son los primeros de una saga que me inventaré próximamente. Pero si puedo dar un consejo sincero (¡DIOS MÍO NADA DE LO QUE HAS LEÍDO HASTA AHORA ERA REAL! ¡SAL DE ESTE SUCIO BLOG!) la risa es la mejor arma que podéis usar. Ahora, simplemente tenéis que averiguar qué sentido del humor tiene la chica en cuestión. Y según como tenga el día… Quizás acertéis.

Hasta que me operen de amigdalitis en unos meses, igual actualizo esto. O igual no. Total, siempre digo lo mismo.


domingo, 3 de junio de 2012

Injusticias varias

Buenas buenas bueeeenas.
Estamos de exámenes y se me ocurre que es el momento de actualizar esto, que está más que muerto. ¿La razón? Que estoy cabreada. Así que olvidad las risas por hoy.


El tema que me está amargando y dando vueltas, es el siguiente... El cine. Para los que sepáis de mi, soy estudiante de Comunicación Audiovisual. Esa carrera que muchos creen que es "pinta y colorea" y ver películas entre colchonetas y piscinas de bolas. Esa carrera, en la que basta con ir al "examen" (si es que lo hay), mear y salir, porque tendremos una nota del 5 al 10 siempre, dependiendo de la fluidez de la orina (si hay aguas mayores, llegamos al 10). Esa carrera.


Pues bien, padres y madres; gente que no sabe qué hacer con su vida o los principales: amantes del cine pre-universitarios con ganas de cambiar el mundo y sobretodo, el mundo del cine: nada más lejos de la realidad. 
No voy a ponerme a decir ahora que para hacer esta carrera haya que ser superdotado. No voy a decir que es una carrera en la que la materia que damos, es tan complicada como la de una ingeniería o medicina. En teoría, cada uno tiene lo que se merece.
Y esa, es la teoría que me molesta. Porque en esta carrera, al parecer, todo se resume en teoría. 


Dicen que el saber no ocupa lugar. Estoy de acuerdo en que no pueden basar una carrera de 4 años de duración (5 años en algunas facultades) en hacer cortos, películas, programas de televisión y asignaturas prácticas en definitiva. Aunque, sinceramente, podrían dedicar los 4 años a asignaturas completamente prácticas y aún no tendríamos ni idea de usar muchísimas cosas.


En cualquier caso; me parece lógico que si queremos hacer cine, conozcamos qué ha pasado a lo largo de la historia con él. Puedo pasar, que me enseñen la historia de los medios de comunicación en general. Puedo llegar a entender que se ofrezcan asignaturas dedicadas a la psicología, a la publicidad o al periodismo dentro de la comunicación audiovisual, aunque existan las carreras dedicadas a esas materias; porque es bueno estar abiertos a otros caminos. Lo que no paso, es lo siguiente:


Estamos en una carrera, en la que, como ya he dicho, no es necesario ser un cerebro con patas. Lo principal en esta carrera, es tener vocación. Es querer escribir guiones, realizar cortos, anuncios, fotografías. Es descargarte películas y series casi todos los días, es disfrutar yendo al cine, disfrutar hablando de cine y disfrutar soñando con hacer cine. Y creo, que bajo ningún concepto debería tratarse de "a ver quién sabe redactar la teoría mejor" sino de quién sabe aplicarla. 


No he terminado la carrera aún, porque tengo 5 exámenes que me frenan. A pesar de todo, me considero en condiciones de decir todo esto. Porque no sé si habrá estudios que apoyen lo que estoy diciendo, ni me importa. Pero todo el mundo sabe, que de lo que memorizamos para un examen, recordamos en el futuro menos de la mitad, porque no tenemos una aplicación práctica. ¿De qué me sirve saber quién hace y cómo se hace una orden de trabajo, si nunca me han propuesto hacer una? ¿De qué me sirve saber cual es la función principal de la producción, si nunca me han dado la oportunidad de llevar una producción audiovisual, aunque sea un corto? No necesitamos dinero, no necesitamos promoción, no necesitamos publicidad: simplemente necesitamos una cámara y que nos dejen aplicar lo aprendido. 


No es ni medio normal, que esté a punto de licenciarme y sea este año, por primera vez y por pura casualidad (porque escogí esa optativa en vez de otra) que sepa ahora cómo funciona la comunicación vía satélite, radioenlace, fibra óptica o qué es una puñetera DSNG. No puede ser, que una asignatura que debería tener como objetivo enseñarte a escribir guiones, te examine al final de una teoría que encontrarás leyéndote tres libros, sin hacer ni puñetero caso a tus guiones. Y no puede ser, que nos hagan estudiar cientos y cientos de folios, para salir de la facultad y no saber encender una cámara.


Me da igual lo que diga la gente, porque es frustrante. Es jodidamente frustrante escoger la carrera de tu vida, decidir con 18 años que quieres dedicarte al cine, que quieres escribir y llegar hasta donde te dejen. Que no se te ocurre una forma de vivir que no implique poder escribir historias, imaginarlas e incluso realizarlas y que 4 años después, te encuentres con que recuerdas un poco de la historia de la comunicación y te sabes algún director que obviamente, siempre será mejor que tú, pero que no sabrías por dónde empezar para hacer una película. Porque, habiendo sido una buena estudiante, aprobando todas siempre a la primera y no precisamente con malas notas, puedo decir que no tengo ni idea de cuál es el mundo que me espera cuando cruce las puertas de salida de la facultad (por mucho que muchos me digan ahora "la cola del paro!").


Me duele mucho pensar, que he perdido el tiempo durante 4 años. Que lo que en su momento se veía como algo fatal, algo a lo que sólo accedían los que no tenían una buena nota para entrar, como es el grado de imagen y sonido por ejemplo, te prepara 100 veces mejor para hacer frente a la mayoría de las cosas que te van a esperar en una productora normal. Y las que no sabes, las aprendes. Porque ese es el tema, dar una base para salir de ahí. Y la base de la que ahora dispongo, es mínima.


Yo ya escribía antes de entrar en la facultad. Y podría haber buscado en Internet cómo se hace un buen guión. Ya veía películas antes de entrar en la facultad. He estudiado mucha teoría durante años, y no voy a mentir, muchas asignaturas han sido lo que esperaba y doy gracias, porque sino, ahora mismo no estaría ni siquiera intentando terminar. 


En resumen, aunque podría estar quejándome durante mucho, mucho tiempo, creo que cualquier persona, sea o no sea de este mundillo audiovisual, es capaz de entender que es triste que tu sueño, se vea hundido año tras año, cuando te das cuenta de que nunca vas a conseguir saber ni la mitad de lo que debes. Es triste sentirse como un inútil, como alguien que, dadas las circunstancias, nunca llegará a pisar una alfombra roja. Porque si, porque es difícil hacerlo y hay que dejarse la piel en el trabajo. Pero cualquier trabajo requiere esfuerzo, y con esfuerzo puedes llegar, igual que llegaron muchos de los grandes que me han hecho estudiar. 
No es justo que tenga que pagar dos riñones ahora, 4 años después, para intentar aprender algo más de lo que sé. No es justo, que 4 años después, esté diciendo esto. Y no es justo, que aún ahora, te vengan con el cuento de que "te metemos esta asignatura que no tiene nada que ver con tu carrera porque no está de más saberla", cuando recortan en educación y encima, las que tienen que ver no te enseñan nada práctico. 


Y el mundo no es justo, lo sé. Pero no por ello voy a quedarme callada...

martes, 25 de octubre de 2011

A veces doy más miedo que el propio jalowin

En teoría y puestos a repetirme, esto iba a ser un blog ultra divertido. Pero mi sentido del humor radica en la ironía, sarcasmo y exageración, así que mientras yo sea yo misma, lo mismo consigo arrancar una sonrisa –o ganas de arrancarme la cabeza, por el contrario-. En cualquier caso, este es mi blog y escribo lo que quiero. Y si no os gusta… Pues achinad los ojos, buscad la x con cara de indignación y SALID ECHANDO HOSTIAS. Que en youtube hay vídeos que te cagas.

Últimamente estoy provocando a mi parte sensiblera con algunas películas ñoñas y canciones lentitas. Entre las películas ñoñas, destacaré una que se llama One day. No la veáis, es de llorar. Y no te esperas que sea de llorar, por lo que es una jodienda. De todas formas, no estaba pensando en las películas precisamente, sino en una canción. Se llama “invisible” y la canta Skylar Grey. Si, tiene un nombre raro de cojones, pero la letra creo que nos puede meter en el saco a mucha gente. En si es bastante superficial, ya que cuenta sus esfuerzos para estar más guapa, parecer más interesante y a pesar de todo, se sigue sintiendo invisible.

A ver, que levante la mano el/la que no se ha sentido invisible alguna vez. Yo lo pienso a menudo, a veces creo que hacemos demasiados esfuerzos para ser vistos. Es como si fuéramos gritando “EH HOLA ESTOY AQUÍ, MIRA, LLEVO LAS TETAS EN LA CABEZA Y RIMMEL HASTA LA CORONILLA”. Y así nos va, como para quejarnos estamos. Hay una película (ñoña, of course) que me marcó con una frase. Resumiré el argumento: chica fea, mejor amigo enamorado de ella, ella no se da cuenta, digievoluciona a tía buena, el hombre de sus sueños superficial y RUBIO (me dan mala espina) de repente la quiere, él no es bueno, su mejor amigo si. Un día se da cuenta por fin serafin y triunfa el amor. Bien, ahora viene la frase. Él le pregunta: ¿por qué yo? –algo evidente dado que él es un mortal normal y ella parece más bien una semidiosa del victoria’s secret- y ella le responde “porque me veías cuando era invisible”. Esa es la clave. Y juntándolo con eso, creo que estaremos todos de acuerdo en que sería mucho más fácil enamorarse si no pudiéramos activar nuestra barrera de defensa.

Los amores más fuertes que he conocido a mi alrededor, muchos de ellos se han dado entre amigos o con conocidos que poco a poco y sin darse cuenta, se han ido ganando. Ahí está la clave, hijos míos. O al menos, ahí creo que reside mi problema (y el de mucha gente). Gente que al mínimo gesto de interés de la otra persona, se cierra, generalmente por miedo. Ya no sé si el miedo es a ser querido, a salir herido o a perder esa independencia que disfrutamos tanto como odiamos. Pero es miedo al fin y al cabo.

Es de valientes proponerse acabar con él, pero es muy complicado. El subconsciente siempre está ahí para darte el aviso. De hecho, esa historia que contaba entradas más atrás, surgió precisamente porque yo tenía la guardia baja. Jamás se me pasó por la cabeza que fuera a sentir algo más allá de la amistad por esa persona y… voilá. Como dije, se te pone el mundo patas arriba.

Entonces, ¿cuál es la solución? Porque el miedo no ayuda, precisamente. No ayuda en ningún caso. Supongo que la solución es ser capitán obvio y lanzarse a la aventura. Y si sale mal, pensar que podría haber salido peor. Y si sale bien… Darse con un canto en los dientes. Total, si te quedas sin ellos la otra persona tiene que quererte, así que todos felices.

No, ahora en serio y hablando de capitanes. He visto capitán américa y como dirían en Madrid, mola mazo. Las pelis de superhéroes me flipan.

Me despido, que es hora de mi maratón rutinario de series. Espero que no tengáis la necesidad de ver series, pelis o escuchar canciones ñoñas en la vida. Las carga el diablo.

(¿Habéis notado el cambio de tema? Soy tan sutil)

A DISFRAZARSE TODO EL MUNDO DE PORNOCHACHA QUE ES JALOWIN. Y todos sabemos, que en jalowin damos bastante miedo con media teta fuera. Es lo que ha llegado a mis oídos. Y sinceramente, es cierto. Me encuentro en un callejón oscuro con Yola y sus tetas y me da un ictus ahí, caigo redonda. Seguro que os pasa a todos ;)

PD. Hoy ha sido mi día de la suerte. Me han tocado dos entradas para el preestreno de una película. Y dos paquetes de cacahuetes por el precio de uno en la máquina. Pero bueno, lo importante ¿quién quiere ir conmigo al cine?

PD 2. Es una pregunta retórica. Ya tengo acompañante. Mi querida hermana pequeña / compañera de piso con el mismo pijama en otro color, se viene conmigo a inflarse a palomitas. Pero os contaremos qué tal está, prometido.

domingo, 16 de octubre de 2011

Hey hou, let's go!

¡Hey! ¿Alguien me recuerda? Probablemente no obtenga respuesta, porque me apostaría los dedos de mis pies (realmente útiles) a que nadie lee este blog. Pero realmente mola cuando comento que tengo uno, aunque parezca más un elemento decorativo en Internet que algo medianamente serio.

En cualquier caso, se supone que iba a contar mis divagaciones o novedades. Y suelo pensar que no tengo de eso, aunque es mentira. Se puede decir que mi vida ha cambiado bastante en cuestión de meses.

He sido muy cruel con aquellos pobres incautos que me siguieron alguna vez y no conocieron el final de esa bonita historia en la que estaba sumergida. Pedí públicamente mi primer deseo, que era no tropezar con una gran piedra que me devolviera a la realidad, con la razón recordándome lo que me ha recordado tantísimos años. Bueno… Deseo no cumplido. Pero a pesar de todo, no soy una infeliz. Supongo que no siempre se gana y ahora que he tenido un final, puedo aseguraros, que tampoco he perdido. Mi parte horriblemente negativa, esa que suelo intentar apagar (muchas veces sin éxito) me intentó hacer creer alguna vez que había perdido el tiempo. Y no sólo el tiempo, también la poca confianza que había conseguido reunir durante varios años en lo que tiene que ver con el amor y esas historias que finjo repeler. Pero nada de eso.

Es cierto, la confianza se ha resentido un poco. Creo que la primera vez que sientes algo tan fuerte, cuando eso se termina piensas que será difícil sentirlo de nuevo. Te convences de que ya no hay oportunidades para ti y cualquier nueva oportunidad que se aproxima, es rechazada a la primera de cambio. Probablemente por miedo. Si, amigos, soy un tanto cobarde, pero la gente que me conoce y por alguna razón, me quiere, ya lo sabe. Así que no es nada nuevo.

Pero no estamos aquí para ponernos ñoños… Ahora vivo sola, en una ciudad completamente nueva para mi y con un final de carrera que temo no poder superar. Así que tendré que esforzarme para no caer, porque no estamos para disgustos.

La verdad es que nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Un día leí, que si que sabes lo que tienes, pero nunca esperas perderlo y pensé “oh joder, qué razón”. Yo ya sabía la familia tan genial que tengo, los amigos, la ciudad… Pero muchas veces cometemos el error de no querer verlo. Una vez que te alejas, te das cuenta del valor que tienen ciertos momentos, como una llamada de un amigo o una visita de tu madre al cuarto con montones de ropa limpia, que te recuerda que tienes tu batcueva hecha una mierda y tienes que recoger. Esos detalles, me faltan. Pero hay que ser positivos, ahora tengo otros. Como el “holitas” al entrar en casa de mi compañera de piso. Esa sensación de tener una nueva hermana (pequeña) a la que intentar enseñar todas las lecciones que en teoría, llevas de ventaja y aprender nuevas de ella que quizás perdiste por el camino. Esos nuevos amigos y amigas a los que quieres ver y deseas que los días de la semana pasen rápido para poder disfrutar del Express fin de semana. La tranquilidad al llegar a casa, la emoción por conocer gente, lugares nuevos. Las ganas de volver a sentir algo, por pequeño que sea. Ese tipo de cosas que solo una nueva vida te puede dar. Y por otra parte, ese cosquilleo que te entra al cruzar la puerta de tu casa, de tu casa de verdad, aquella que has dejado. Y recibir un abrazo de tus padres, un par de ladridos de tu perro, unas bromas de tus hermanas y cuñados y la ilusión de ver que tienes un sobrino que en dos días medirá dos metros y uno nuevo en camino.

La familia creeeece señores y las cosas cambian con una rapidez pasmosa. Ayer era una jovencilla adorable de 18 años que empezaba la carrera sin saber siquiera a qué se quería dedicar. Ahora soy una jovencilla un poco menos adorable, de 21 años, que lo único que tiene claro en la vida es que jamás dejará de teclear. Ah, y que el mundo está complicado ahora para conseguir un trabajo decente, pero para eso tendremos que luchar todos. Así que jodidos, vamos a estar. Pero, como he dicho, no vamos a ser negativos.

Os doy una nueva lección que probablemente ya sabréis, pero que solemos olvidar. Disfrutemos de todos los detalles, sorpresas e incluso desilusiones que la vida nos tiene preparadas. Nunca sabes cuándo vas a echarlas de menos.

Encantada de volver a bloggear, espero retomar esto más a menudo y… La próxima lección volverá a ser sobre algo superficial y tonto. De esas que lees y con suerte, consiguen hacerte sonreír. Ya basta de hacer pensar al personal (no quiero que os de un ictus).

Un saludete